Georges Ferrato

Demie - Mondaine

1989

La visión interior de Georges Ferrato se nutre de un sentimiento de asombro ante la vida: en primer lugar, la naturaleza de Provenza, con sus cielos omnipresentes donde la fuerza y la dulzura se entrelazan de forma tan evidente, y la tierra, nutrida por un magnetismo radiante. y la tierra, nutrida por un magnetismo radiante. Todo es luz, atmósfera y color. Luego están los hombres cuyo destino es tan incierto, tan misterioso, cuyas pasiones e intereses fluyen por un camino cuyo hilo está hecho de búsquedas y cuestionamientos. Todo es una historia. Por último, está el encuentro entre el hombre y la naturaleza, donde la forma es la clave. La pintura de Georges Ferrato se compone de todos estos elementos. Las grandes zonas planas de color imprimen un ritmo al lienzo, un ritmo de fondo, un movimiento telúrico, oceánico. Y entonces, la mano traza una línea quebrada, definiendo un itinerario accidentado, caótico pero mágicamente armonioso. Existe ese instante en el que una fuerza estalla, se manifiesta y desaparece. Sólo queda el cuadro, testigo de la interacción de la vida, que ejerce su propio hechizo sobre el espectador.