Majio

Díptico Plano del Santuario

Majio tiene formación en Estados Unidos, varios años en Europa y un máster de la Universidad Budista de Naropa en Espiritualidad de la Creación. Sin embargo, su formación más influyente tuvo lugar en Japón durante un periodo de doce años. Su viaje inicial a Japón fue para estudiar el Arte Budista, pero rápidamente se redujo a las artes tradicionales del Zen y a los maestros si esa orientación en otras artes culturales. No era tanto lo que se aprendía en una aldea de fabricación de papel, en un taller de teñido de kimonos o en la fabricación, llenado y cocción de hornos de leña, sino cómo aprender o, mejor dicho, cómo practicar. En japonés hay muchas palabras para referirse a la práctica, la que nos ocupa es el pulido del ser. En pintura, Majio siempre ha ido y venido entre la expresión figurativa y la abstracta. La estética y las artes culturales, como la caligrafía y la ceremonia del té, que aprendió en Japón, junto con las prácticas y conceptos zen, entretejen muchas texturas en su obra. Las piezas de Majio se crean con el concepto general de que el arte no es una polaridad entre objeto y sujeto, sino más bien complementario, en el que cada parte funciona para definirse mutuamente. Trabajando a partir de un proceso de colaboración -con los materiales, con el sujeto y con los tiempos-, Majio se libera como agente único, incluso cuando las suyas son las únicas manos que tocan la pieza. Esto se transmite al espectador, abriendo un sentido de participación, evocando la implicación y el debate. Invitar a darse cuenta de reconocer y elegir reconocer una realidad más allá de lo que hemos heredado proporciona una plataforma para evocar posibilidades, alegría innata y una nueva visión.