Harrison Storms

Personas desaparecidas 018

2002

Las obras de arte de Harrison Storms enfrentan al espectador con quién es y qué significa ser humano. A través de su proceso de construcción y desmontaje de sus representaciones de la figura humana, Storms desvela la sinergia entre el objeto y su entorno, y entre lo físico y lo metafísico. Inspirándose en los dibujos de la Piedad y la Crucifixión de Miguel Ángel Rondanini, en los frescos italianos y en las indagaciones filosóficas de Ken Wilber, Storms crea imágenes que retratan la inevitabilidad del cambio y sus consecuencias. Basando sus imágenes en el Kouros, una figura masculina griega clásica, las obras de Storms están en parte libres de identidad y personalidad y liberadas del tiempo. Sin embargo, a través del proceso de creación de cada obra de arte, el Kouros se inviste de una vida que se extiende hacia delante y hacia atrás a través del tiempo, vinculando las imágenes al momento eterno. Storms elige los materiales por su franqueza y sencillez. Creado a partir de puertas huecas, gesso, arena caliza, tinta y pintura acrílica, Storms construye el cuerpo del Kouros. Luego, con pinceles, trapos, amoladoras neumáticas o incluso una pluma de cuervo, desbasta, raspa o frota las capas, para volver atrás y añadir algo a la imagen. La imagen final es el producto de un largo proceso de hacer y deshacer. Mediante este proceso de construir y deshacer, Storms trasciende el impersonal Kouros y se sigue a sí mismo hacia un espacio artístico profundamente personal que también tiene un significado ecuménico. Mediante su manipulación de la imagen, Storms experimenta la complejidad de la evolución y duplica su proceso de selección. El artista está a la vez conectado a su obra y a las actividades autónomas del universo. El resultado de este largo proceso es una imagen arquitectónica estratificada en lugares que exponen la vida particular de las capas internas que, como ocurre con el cuerpo, de otro modo son desconocidas y misteriosas a simple vista. Esencialmente, estas pinturas unifican la imagen del Cuerpo en el espacio que lo rodea. Al derrumbarse la línea de la piel -el límite de contorno que antes separaba gráfica y psicológicamente la imagen de su universo-, las imágenes se abren a la verdadera realidad de la conciencia ilimitada. El Kouros icónico, antaño en oposición a su entorno, es ahora sumiso a su unidad con el cosmos. Como el cuerpo humano y el ser humano, estas obras son a la vez enteras en sí mismas, pero también están integradas en su entorno inmediato y se extienden más allá del ahora y hacia la profundidad desconocida del plano metafísico.