Escultura familiar abstracta en esmalte negro de Elie van Damme, Bélgica, años 60

Jugendstil -el nombre germánico del estilo de diseño sinuoso y etéreo más conocido como Art Nouveau- rara vez encontró mejor expresión en la cerámica que en los hornos de Amphora. En 1892, el alfarero austriaco Alfred Stellmacher y cuatro parientes abrieron un taller en el que fabricaban loza con plantas, animales, criaturas míticas, joyas simuladas e incluso retratos al estilo de Gustav Klimt y otros pintores de moda de la época. Cada pieza estaba firmada Ánfora. La fábrica también producía aguamaniles, cuencos, soperas y otras formas diversas. Situada en la antigua ciudad balneario de Turn-Teplitz (ahora parte de la República Checa), la fábrica Amphora aprovechaba el abundante caolín de los lechos de los ríos locales -así como la energía producida por los propios ríos- para fabricar sus llamativos artículos.

Las piezas de ánfora se elaboraban minuciosamente mediante un método que incluía bocetos detallados, un intrincado tallado y moldeado y un luminoso vidriado iridiscente. Todo culminaba con repetidas cocciones de la arcilla, a veces hasta diez veces. Como resultado, la empresa fue aclamada en todo el mundo y obtuvo medallas de oro en las Ferias Mundiales de Chicago y San Luis. Sus artículos se vendían en emporios de lujo como Tiffany & Co.

Los coleccionistas aprecian los jarrones de ánfora por sus delicados diseños naturalistas, y las piezas más grandes suelen alcanzar precios de decenas de miles. Igualmente buscados son los bustos retrato con temas religiosos, literarios y alegóricos. Si estás de luto por el final de Downton Abbey y te gustaría añadir una pizca del estilo bohemio de Lady Edith a tu casa, un jarrón o cuenco Amphora será un tema de conversación único.