Nora Pineda

Metamorfosis

2018

Empecé mi camino en el arte en 1978, mientras cursaba un máster en psicología en la Universidad Estatal de Chico. Casi había terminado y decidí hacer un curso de cerámica por capricho. El curso se convirtió en una alegría total para mí. Decidí dejar de lado mi carrera de psicología y me embarqué en un máster especial en arteterapia. Durante los muchos años siguientes seguí dedicándome al arte mientras me ganaba la vida en otros trabajos, y criaba a mi hijo y a mis hijas gemelas. No tenía formación artística, sólo sabía que me gustaba la arcilla y me encantaba cómo se sentía y encontré mi nicho. Me sentí muy bien haciendo este tipo de trabajo. Crear arte me dio una sensación de libertad. A mediados de los 80 empecé a vender mis obras en ferias de artesanía, viajando por California, Nevada y Nuevo México. Además de trabajar en mi arte a diario, utilizaba mis manos con mi negocio de masajes. También exploré mis creencias espirituales estudiando en el programa de clarividencia del Instituto Psíquico de Chico. Siempre me ha gustado la exploración espiritual y psíquica. La relación entre el arte, el masaje y el trabajo psíquico es de integración. Con ascendencia mexicana, muchas de mis figuras humanas reflejan los tonos de piel de la cultura. En algunas piezas, los colores que elijo tienen un sentimiento étnico. Otros utilizan tonos tierra o colores primarios. De niña, vivía en una comunidad hispanohablante de trabajadores agrícolas al oeste de Bakersfield. A lo largo de mi vida intenté vivir más allá de las restricciones e inhibiciones que sentía por mi cultura. Sin embargo, hay otras partes de mi cultura mexicana que me encantan, como la expresión abierta de las emociones. El reto consiste en dejarte llevar y descubrir quién eres a través del laberinto de lo bueno y lo malo. Quiero honrar y celebrar la cultura. Una de las cosas que me gustan de mi trabajo es su primitivismo.