Emile Bressler

1920 COLORIDA Pintura Impresionista Francesa/Suiza Paisaje FIGURA DESPLAZÁNDOSE

1920

Entre los numerosos pintores ginebrinos de la primera mitad del siglo, Emile Bressler llama inmediatamente la atención por la originalidad de su talento. Su intrusión en el fauvismo, a finales de la década de 1910, principios de la de 1920, debería incluso haberle convertido en uno de los maestros retrospectivos de esta escuela. Pero su evolución artística, incluso su desapego, y sobre todo la guerra, decidieron lo contrario. De vuelta a sus casas, el pintor podaba. Cargada con el polvo del tiempo, su pintura se ha ido refinando poco a poco. Del paisaje que durante mucho tiempo había vibrado con la materia, Bressler sólo buscó hacer lo esencial, hasta completar su viaje en la serenidad, fuera de la moda que, en cualquier caso, ya no podía alcanzarle. Tal vez Emile Bressler viniera de muy lejos, no tanto en el tiempo o en el espacio, sino en el alma. Huérfano a los 14 años, su única meta era pintar. Sin la insistencia de la cantante Clotilde Bressler-Gianoli, probablemente no lo habría conseguido. Pero su cuñada insistió en que el joven siguiera la Escuela de Bellas Artes, donde podría florecer su innegable talento. A partir de entonces, la pintura le acompañó durante toda su vida. Tras descubrir el óleo en 1910, el joven pintor dio un golpe de efecto al ganar el codiciado primer premio de la Fundación Diday. La crítica más importante de la época, la Sra. L.Florentin, dijo de él: "Aquí se impone, con su visión, con su técnica y eso ya no podemos olvidarlo". Éste fue el verdadero punto de partida para Bressler. Antes de la guerra del 14-18, con su mujer, se fue primero a Cassis, luego a París, donde teme cualquier influencia contemporánea, tan apegado está al trabajo en el campo, en el paisaje. Sin saber que nunca expondría en París, se marchó a Bretaña donde, al cabo de unos meses, había pintado una veintena de lienzos que le permitieron, añadiendo sus lienzos de París, plantearse una primera exposición personal. De regreso a Ginebra, obtuvo un gran éxito y, en 1920, encontró en Vernaz nuevos paisajes que le dictaron muchos cuadros. Tras años de viajes y el nacimiento de su hija Madeleine, Bressler vivió la Segunda Guerra Mundial en Francia, por lo que en aquella época su pintura expresaba su horror ante lo que estaba ocurriendo. En 1949, con la muerte de su esposa Blanche Sarzeau, le ganó la soledad y abandonó su casa de Thônex para dirigirse a España, de donde trajo suntuosos paisajes, y luego para una última peregrinación a orillas del Mediterráneo. Murió en 1966 a consecuencia de una fractura de fémur, pero recordaremos para siempre a un artista fuera del tiempo. Texto de Alain Penel, extraído del prefacio del libro: Emile Bressler