Anna Sudbina

Costa de Amalfi

2022

En los cuadros de Sudbina, trozos de realidad deshilachada se combinan ingeniosamente con zonas de pura abstracción gestual, formando su dinámico lenguaje visual. Este contraste explora la relación entre la realidad y la percepción humana, el espacio físico y su recuerdo. Capa a capa, construye planos táctiles interrumpidos por líneas caligráficas de tinta. Mediante el dominio de la superficie y la composición, las pinturas de Sudbina equilibran imaginativamente el lenguaje de la abstracción con referencias a la vida contemporánea vista a través del prisma de su visión artística. Nacida en Moscú en 1984, Anna alcanzó la mayoría de edad en la Rusia postsoviética, donde, además de dibujo y pintura académicos, estudió lingüística, filosofía y psicología. Durante muchos años, Sudbina ha colaborado estrechamente con los principales arquitectos y diseñadores de interiores del mundo. Estos entornos de trabajo y experiencias influyeron enormemente en su perspectiva, inculcándole una inclinación hacia todo lo relacionado con la alta calidad y la estética, una familiaridad que es visible en su uso del color, la textura y las composiciones, especialmente en su serie Interior de la mente. Mientras estudiaba en Central Saint Martins, Sudbina empezó a combinar su formación en dibujo y pintura académicos, que había estudiado con la estimada artista moscovita Maria Burganova, con la libertad de la abstracción. El resultado es un conjunto de obras que documenta la creciente confianza de Sudbina en sus marcas y su estilo, alejándose de los detalles de sus primeras composiciones figurativas y acercándose a espacios y lugares abstractos. Para conseguirlo, Sudbina ha adaptado nuevas e innovadoras formas de pintar, un proceso que consiste en tirar y empujar pintura utilizando objetos encontrados, como etiquetas de plástico para la ropa. El control que obtiene al utilizar herramientas más pequeñas que los pinceles es una cercanía entre el artista y la pintura que imita la del arte procesual, construyendo capas no como una pintura en sí, sino como una escultura bidimensional. Una vez más, se nos recuerda el interés de Sudbina por la arquitectura, el espacio y la forma tridimensional. La expansividad de los lienzos expresionistas de Sudbina contrasta con la intimidad de los detalles minuciosos, los sutiles cambios de tono y las intrincadas pinceladas con nítidas líneas de tinta pintadas con rapidez, directamente y con convicción. Técnicamente fluidas, sus complejas y bellas pinturas multimedia tienen una cualidad enigmática, que excita la imaginación y habla al subconsciente. En esencia, el punto de partida de Sudbina es un debate entre la elección y el azar. Sus manos eligen controlar los medios elegidos, el acrílico y la tinta, utilizando pequeños objetos encontrados, un proceso al que se yuxtapone el azar que implica la marca gestual, como el comportamiento independiente de los materiales, una salpicadura de tinta o la imprevisibilidad de la mezcla de colores. Al construir una composición, Sudbina se encuentra en un estado meditativo, guiada por sus pensamientos subconscientes, recuerdos y experiencias, convirtiéndose cada cuadro en su propio viaje espiritual.