Ruth Vidal

pradera verde llena de cientos de capas de pintura saltarina, una tridimensional

2024

Ruth aborda la construcción de la imagen desde la materialidad y la superposición. La forma de su pintura es camaleónica, ya que se pliega sobre sí misma, ocultando y revelando su propio proceso. Su uso de la tinta hinchable, trasladando técnicas del grabado al campo de la pintura, genera superficies vibrantes donde el monocromo adquiere una intimidad enigmática, en sintonía con la investigación sobre la pintura como objeto llevada a cabo por Ángela de la Cruz en "Una pintura atrapada en su propio cuerpo (2015)", así como influyendo en la exploración del juego material-conceptual de artistas como Anselm Kiefer. Las propias obras nos guían para comprender la carga emocional que implica su proceso, con decenas de capas cromáticas yuxtapuestas en cada una de ellas. En su particular reflexión sobre la evolución de la pintura abstracta en el siglo XX, la artista navega por la abstracción lírica desde Mark Rothko hasta Josef Albers, proponiendo una experiencia en la que la percepción del color se convierte en una cuestión sensorial y casi táctil.