Michael Dixon

Winesap, Impresionismo Abstracto, Óleo, 30 x 30, Luz, Enmarcado,

2009

Extraído de Debris: Dixon, Hindle y Silverstein en el SOFA por Tom Rhea de The Bloomington Voice La progresión en la obra de Michael Dixon pasa literalmente de un armario al mundo. La lógica de los primeros pasos es convincente, desde el interior enrejado de Summer Studio, donde la brillante luz amarilla que presiona las ventanas activa todo el cuadro, hasta la ventana abierta de Banana Still Life, pasando por el aire libre de las vistas finales de Bloomington desde la azotea, desde el centro de la calle Sexta hasta las distancias de los edificios del campus. La atracción de la luz exterior, de los espacios superiores, tiene sentido para su tratamiento: la escala de su trazo arrollador quiere describir la distancia, el tamaño y las superficies, no las minucias de la naturaleza muerta. Su ambición es lo contrario de la cursilería; quiere ampliar, no miniaturizar. Los rasguños crudos del pincel en Margrave Closet hacen que el lienzo parezca desnudo, el trazo agotado, comparado con la plenitud de Last Graham Plaza y Bloomington. Dixon entra en cuestiones de fealdad frente a belleza, acabado frente a proceso, orden frente a caos (al igual que Hindle), y no son cuestiones fáciles de resolver. De hecho, estos cuadros son a veces difíciles de mirar, difíciles de ver. Puede que Dixon aún no se haya dado cuenta del todo de su tema, ni haya encontrado su color. Un pintor como Marc Jacobson, por ejemplo, que trabaja con temas similares en sus paisajes urbanos, trata de forma más explícita las ideas de decadencia, y la inercia visual como ocasión para incitar a la invención artística. Pero en la multiplicación de la forma, Dixon hace que sus cuadros traten de la acreción, del mismo modo orgánico en que las ciudades se devoran y se construyen a sí mismas, casi sin sentido. Hay una sensación de prisa y movimiento en su vista elevada de la plaza (a pesar de que las calles están vacías de tráfico), casi como la fotografía de un lapso de tiempo. Los objetos grandes, como los árboles, se vuelven fantasmales y transparentes, abiertos a los escaparates que hay detrás. Tras varios tratamientos de la misma vista de la ciudad, Dixon adquiere la seguridad y la familiaridad suficientes para despojarse de la tela de la representación literal, dejando intacto el sentido de la estructura. Una Construcción se pintó lejos de la fuente, por lo que en ese sentido es una abstracción, pero todo está informado por la misma organización espacial, la misma pincelada descriptiva y el mismo color. Las brillantes franjas de azul de la parte superior siguen pareciendo el cielo. Es un punto de partida interesante, y supone una transición fluida a la obra de Sheila Silverstein.