Diego Tirigall

Vincent van Gogh en tiempos de pandemia.

2022

Diego Tirigall, nacido en Argentina en 1976 y residente en España, creció en un entorno ensombrecido por un trastorno de acumulación. Inmerso en una familia de anticuarios y restauradores de arte, la casa de su infancia se parecía más a un almacén abarrotado de antigüedades y obras de arte pendientes de restauración, lejos de un espacio ideal para una infancia convencional. Este entorno, saturado de reliquias envejecidas y decadentes, modeló profundamente su juventud, despertando en él un espíritu rebelde y un profundo anhelo de liberación. Esta sed de liberación encontró su cauce en el arte, aunque no en el que predominaba en su entorno familiar. Tirigall viró primero hacia el arte digital, aparentemente en un esfuerzo por disociarse de los recuerdos atormentadores de su infancia. Al final, su rebeldía artística encontró eco en el arte callejero y el expresionismo, estilos célebres por su espontaneidad, dinamismo y negativa a ajustarse a las normas tradicionales. La obra de Tirigall ofrece una exploración crítica de temas contemporáneos, como la inteligencia artificial, la adicción a las pantallas y la descentralización. Su arte presenta elementos recurrentes como robots vintage, calaveras, logotipos y palabras, un sutil guiño a la profunda influencia de Basquiat y Warhol en su oficio. Autodidacta, Tirigall aprendió por ensayo y error, eludiendo la instrucción formal. Su exitosa carrera como diseñador gráfico y director artístico le dotó de un enfoque único y deliberadamente informal para manejar capas, espacios, formas y colores, una demostración artística de su comprensión de las reglas que rompe conscientemente. Sus obras se han ganado el reconocimiento mundial, con exposiciones que abarcan desde Seúl hasta Beverly Hills. También ha aparecido en la portada del catálogo "New Masters" de SaatchiArt. Más allá de sus actividades creativas, Tirigall dedica tiempo a ayudar a otros artistas a mejorar sus perfiles y estrategias promocionales. El viaje de Diego Tirigall, desde una infancia circunscrita por restricciones hasta una carrera artística rebosante de creatividad y aclamación, constituye un testimonio convincente de la rebelión como catalizador de la creatividad.