Pinturas de Josef Israels

Jozef Israëls fue educado en las tradiciones de la fe judía y destinado al rabinato. Sin embargo, su interés por el dibujo se acentuó con la edad, y en 1840 su padre finalmente cedió y le envió a Amsterdam. Allí pasó los días trabajando en el estudio de Jan Kruseman y las tardes pintando en la Royal Academy con Jan Pieneman, ambos destacados retratistas. En París, Israëls estudió durante poco tiempo con el pintor histórico François Picot y también en la Escuela de Bellas Artes. Sin embargo, fueron los humildes pescadores de Zandvoort, una remota aldea de la costa norte de Holanda, quienes determinaron la dirección de su arte. Allí, en 1855, Israëls observó su rutina diaria, su existencia natural y sencilla, con sus penas y terrores y sus pequeñas alegrías, todo ello impoluto por las exigencias de la sociedad. Sus ojos se abrieron a la belleza de la vida real y se dio cuenta de que merecía la pena representar su drama. Sobre su estilo y la influencia de Rembrandt, el artista declaró: "Empecé a darme cuenta de que el verdadero arte no consiste en un dibujo suavemente acabado y una coloración escrupulosamente exacta. Percibí que debía ocuparme mucho más de la correcta apreciación de la luz y la sombra, de las actitudes y movimientos de los seres y las cosas. . . Sólo en Rembrandt encontré esa amplitud y libertad de ejecución que faltaba en todos los demás." En 1870, Israëls se convirtió en uno de los numerosos artistas que fijaron su residencia en La Haya, que, al igual que París, se convirtió en un centro al que acudían en masa los pintores. Se convertiría en el líder reconocido de la Escuela de La Haya, que llevó el arte de Holanda a su punto más alto desde el siglo XVII. El artista ganó muchos honores; la Cruz de la Legión de Honor francesa, un Caballero de la Orden de Leopoldo e incluso una medalla en Filadelfia, pero lo que más atesoraba era el afecto y la admiración de sus compatriotas, que le reconocían como un verdadero intérprete del carácter y el espíritu holandeses.