Mesa de centro Traccia de Meret Oppenheim para Simon, 1972

Aunque la fama de la escultora y pintora Meret Oppenheim se debe principalmente a una sola obra de arte, ésta era una pasada. Conocidos como Object, la desconcertante taza de té, el platillo y la cuchara cubiertos de piel que Oppenheim creó en 1936 sigue siendo una de las obras más conocidas del movimiento artístico surrealista .

Nacida en Alemania y criada en Basilea (Suiza), Oppenheim fue animada a dedicarse al arte por su abuela materna, escritora e ilustradora. Oppenheim se trasladó a París para asistir a la escuela de arte en 1932. Allí conoció al escultor (y también suizo) Alberto Giacometti, que le presentó a Man Ray, Max Ernst y André Breton, fundador del movimiento surrealista. Al cabo de un año, Oppenheim exponía sus cuadros con los surrealistas, siendo la primera mujer artista en hacerlo.

Object, según se cuenta, nació de una charla a la hora de comer que Oppenheim mantuvo con Pablo Picasso y su musa, la artista Dora Maar, una tarde de 1936. El artista de origen español admiró un insólito brazalete forrado de piel que llevaba Oppenheim, y ella le contestó que cualquier cosa podía estar forrada de piel, "¡incluso esta taza y este platillo!" Con la imaginación encendida, Oppenheim compró porcelana y un trozo de piel de gacela china. Cuando se expuso en Nueva York, Object fue adquirida por el Museo de Arte Moderno - la primera obra de arte de una mujer adquirida por la institución.

Otra pieza de Oppenheim se ha convertido en un icono del género del arte como diseño, una categoría que tiene vigencia entre los coleccionistas de arte: la mesa Traccia, una mesa auxiliar con tablero de madera dorada o plateada, incisa con las formas de dos impresiones de garras de pájaro, y una base de bronce fundido en forma de patas de cigüeña. La Traccia -del italiano "rastro", como el rastro de un animal- se creó para la inauguración en 1939 de la primera galería del marchante de arte Leo Castelli, en la plaza Vendôme de París. El fabricante Simon International empezó a producir versiones de la Traccia en 1970, y la pieza la fabrica ahora Cassina. Los ejemplares suelen costar entre 6.300 y 8.500 dólares, dependiendo de su estado. Tan llamativa y divertida hoy como cuando apareció por primera vez, la Traccia es un complemento siempre útil para una colección de arte y diseño modernos y un homenaje al humor y el ingenio de un artista pionero del siglo XX.

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