Broche engastado Marilyn Cooperman

No importó que Marilyn F. Cooperman no tuviera ninguna formación formal cuando el conocido joyero de lujo estadounidense Fred Leighton le pidió que diseñara joyas. Para entonces, ya había escrito profesionalmente sobre moda, había creado su propia empresa de ropa y había acumulado tanto descaro neoyorquino que podría haber triunfado en cualquier parte. 

Cuando tenía 20 años, Cooperman, nacida en Toronto, se trasladó a Nueva Zelanda y escribió una columna en un periódico sobre moda y belleza. En 1963, se trasladó a Nueva York y abrió su primera empresa de ropa, Max and Marilyn, donde vendía prendas inspiradas en el Art Décoa grandes almacenes como Saks Fifth Avenue, Bergdorf Goodman y Bloomingdale's.

Cooperman diseñó una colección de ropa de resort para la tienda de ropa de Fred Leighton, pero a mediados de los 70, volvió a la escritura y trabajó como directora de moda para la revista Seventeen y más tarde ocupó puestos de editora en Simplicity y Vogue Patterns. 

En 1987, Leighton, un estimado joyero de alfombra roja que se ha hecho famoso por llevar joyas antiguas y del siglo XX a una exigente clientela internacional, pidió a Cooperman que diseñara accesorios para su tienda de la avenida Madison. Aceptó su oferta y cursó estudios de fundición en cera en el Fashion Institute of Technology. 

Tras cinco años diseñando para Leighton, Cooperman abrió su propia empresa de joyería, Marilyn F. Cooperman, Inc. Sus pendientes eran confecciones de colores brillantes y llamativos que llevaban ópalos, rubíes y zafiros azules, y creó las innovadoras y seductoras pulseras que mezclaban plata patinada y oro de 18 quilates. Sus accesorios fueron un éxito, especialmente entre las celebridades, las figuras políticas y la realeza. 

Las joyas de Cooperman forman parte de las colecciones del Museo de Artes y Diseño de Nueva York, el Museo de la Universidad de Yale, y el Museo de Bellas Artes de Boston. Formó parte de la Junta de la Sociedad Americana de Historiadores de Joyería.

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