Couleur Additive N°8, Edición Denise René, de Carlos Cruz-Diez

Para el artista venezolano Carlos Cruz-Diez (1923-2019), el color era un efecto deslumbrante y pasajero, que intentaba plasmar en lienzos e instalaciones de luz. Las impactantes composiciones que produjo a lo largo de sus siete décadas de carrera le convirtieron en uno de los mayores artistas latinoamericanos de la posguerra y en una figura destacada del movimiento Op art.

"No hago cuadros, ni esculturas. Hago plataformas de ocurrencias", dijo Cruz-Diez en una ocasión. "Son plataformas donde el color se produce, se disuelve, se genera en un instante perpetuo. En él, no hay noción de pasado ni de futuro. En ella está la noción del momento presente, igual que la vida".

Basándose en las exploraciones cromáticas de Sir Isaac Newton, Georges Seurat y Josef Albers, creó sorprendentes pinturas compuestas por líneas de tonos contrastados que parecen brillar. Llamó a estas obras fisicromías.

Más adelante en su carrera, Cruz-Diez desplazó sus exploraciones de la pintura a la luz. Sus "cromosaturaciones" son entornos inmersivos formados por tres cámaras, cada una inundada por una luz de distinto color, que desorientan a los visitantes y alteran su percepción. También trasladó sus ilusiones cromáticas a espacios públicos, como el suelo que creó en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, cerca de Caracas, y un paso de peatones fuera del Broad Museum, en Los Ángeles.

Cruz-Diez también fue un diseñador gráfico de éxito, trabajando para artistas-clientes como Roy Lichtenstein y Robert Rauschenberg. En todos estos medios, su obra tenía la misma audacia y cualidad envolvente, que atraía los ojos, el cuerpo y la mente del espectador.

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