Berenice Abbott Más Impresiones
Aunque la fotógrafa Berenice Abbott nunca ha sido considerada, erróneamente, como uno de los gigantes definitorios de la fotografía del siglo XX , es ampliamente conocida, e incluso celebrada, por sus icónicos retratos de algunos de los habitantes más glamurosos del París bohemio de los años veinte.
Y, aunque menos conocidas, las fotos de Abbott de las calles desiertas, los edificios viejos y las torres de oficinas de la Nueva York de la época de la Depresión han sido reconocidas por la crítica como revolucionarias. Además, su trabajo relativamente oscuro como fotógrafa científica ha recibido una revalorización admirativa en los últimos años. Reconocida por haber hecho avanzar espectacularmente la estética y las técnicas del medio (consiguiendo cuatro patentes en el camino), por no mencionar la ambición de su tema -las principales leyes de la física-, se la ha comparado favorablemente con dos de los primeros maestros de la experimentación modernista : su mentor Man Ray y László Moholy-Nagy.
En 1918, con sólo 19 años, pecosa, andrógina y con el pelo recortado, Abbott se unió a un grupo que incluía a la escritora e ilustradora lesbiana Djuna Barnes y a los dadaístas Man Ray y Marcel Duchamp. La animaron a seguirlos a París y estudiar con el renombrado escultor Antoine Bourdelle. Incapaz de pagar su formación, y sobreviviendo a duras penas, Abbott aceptó un trabajo como ayudante de Man Ray. Los milagros del cuarto oscuro la convirtieron rápidamente a la fotografía, al igual que su sueldo, y Man Ray la instruyó en sus fundamentos.
En 1926, Abbott había creado su propio estudio con el respaldo de Peggy Guggenheim, la heredera estadounidense de y mecenas del arte. André Gide, Jean Cocteau, Janet Flanner y James Joyce fueron algunas de las personalidades que acudieron a las sesiones. Su lente subversiva hizo retratos fascinantes.
Varias de las imágenes de Nueva York de Abbott parecen haber sido tomadas por un dron o, en el equivalente tecnológico de la época, un dirigible. De hecho, la obligaban a apostarse precariamente en los tejados y cornisas de los rascacielos de Wall Street y Midtown.
Esa hazaña recuerda la famosa fotografía de Margaret Bourke-White, contemporánea de Abbott y compatriota de Ohio, fotografiando el horizonte de Nueva York a horcajadas sobre una de las cabezas metálicas de águila del edificio Chrysler. Uno sólo puede preguntarse si una fotografía de Abbott en una pose heroica similar habría ayudado a su reconocimiento como la documentalista pionera que era.
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